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El escepticismo ha sido siempre un modo de ser, de pensar y de estar en el mundo caracterizado por poner en tela de juicio la posibilidad de un conocimiento seguro y permanente sobre la realidad y los valores, oponiéndose así a las tesis absolutistas y a las defensoras de la seguridad, la validez y la permanencia del conocimiento y de los principios morales.

Tanto el escepticismo, como el relativismo, supusieron una terapia saludable para combatir a los fanáticos de todo tipo y condición, una cura para los que pensaban que todo estaba dicho, descubierto o reglado de modo definitivo y para siempre.

angel gabilondoEn su presentación como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, el filósofo Ángel Gabilondo cita a Kant. No está mal, porque, aunque hace más de 200 años que el filósofo de Königsberg escribió sus libros, la mayor parte de la Humanidad no se ha enterado‘todavía’.

Decir que el ejercicio de la política exige honradez, manifiesta un bello deseo, sin duda. Pero, en este caso, dado que el Sr. Gabilondo es también filósofo, no tiene necesidad de apoyarse en Kant para explicarle a la gente qué es la honradez, ni para demostrar que su práctica mejora muchísimo la convivencia, y que, por tanto, es necesaria también en política.

‘Etimología’ significa el ‘verdadero’ contenido de la palabra, a partir de su origen y evolución. Es lo que permite rastrear la historia y los secretos del lenguaje. Veamos, por ejemplo, las palabras ‘disfrute’, ‘diversión’ y ‘risa’. Pues bien. El disfrute deriva de la acción de comer (fruta), la diversión proviene del hecho de remover, variar, ‘diversificar’ y la risa suele resultar del contraste o enfrentamiento entre dos cosas, ideas o pensamientos, relacionados de una forma inesperada o sorpresiva (al miedo le pasa lo mismo, pero al revés). Todo esto nos lleva a pensar que el disfrute exige una cierta pausa y tranquilidad (la comida y su digestión), la diversión pide movimiento y se expresa mejor con la danza, y la risa fomenta el intercambio de ocurrencias contradictorias y sorprendentes. Estas apreciaciones surgen casi espontáneamente de una rápida visión somera de la ‘historia’ de estas palabras.

Es difícil luchar contra los que lo han perdido todo, incluido ilusiones y horizontes, o contra los que nunca tuvieron nada; porque los que ya nada tienen que perder, lo arriesgan todo a cualquier precio, incluso la propia vida, sobre todo si ésta se inmola con el propósito de conseguir alcanzar paraísos prometidos por ideales o creencias que trafican sin pudor con la ingenuidad, con la miseria, la necedad o la simpleza de la naturaleza humana, que se deja seducir y embaucar hasta el fanatismo por esos espejismos y soflamas de la barbarie.

El escepticismo y la sospecha de que la verdad no era tan inmutable y eterna como algunos profetizaban, ha atravesado la historia del pensamiento como una corriente subterránea que ha revitalizado con sus dudas la lucidez y el pensamiento crítico, como una advertencia y una sugerencia a la soberbia y a la falta de rigor epistemológico de los sistemas dogmáticos.

A mediados del siglo V antes de nuestra era, en la antigua Grecia, Protágoras y Gorgias pusieron el dedo en la llaga de la verdad universal socrática y expresaron sus dudas con respecto a la posibilidad de un conocimiento seguro, permanente y absoluto sobre el ser.

Joaquín ParedesLa erosión del sistema democrático se origina principalmente por la corrupción de los que deberían ser, precisamente, los encargados de impedirla y perseguirla. Cuando la vida pública está teñida de un hedor persistente que salpica familias enteras, como los Pujol; cuando hay cientos de políticos implicados en casos de corrupciones o corruptelas; cuando los partidos políticos no saben, no quieren o no pueden salir de ese lodazal que alarga su sombra de sospecha hasta el gobierno de la nación; cuando incluso la familia real chapotea en ese fango que mancha y amenaza con convertirse en práctica cotidiana, algo está realmente podrido en los tiempos que vivimos y puede infectar, si no lo ha hecho ya, la médula del tejido social y las esperanzas de los ciudadanos.

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