Político
En su presentación como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, el filósofo Ángel Gabilondo cita a Kant. No está mal, porque, aunque hace más de 200 años que el filósofo de Königsberg escribió sus libros, la mayor parte de la Humanidad no se ha enterado‘todavía’.
Decir que el ejercicio de la política exige honradez, manifiesta un bello deseo, sin duda. Pero, en este caso, dado que el Sr. Gabilondo es también filósofo, no tiene necesidad de apoyarse en Kant para explicarle a la gente qué es la honradez, ni para demostrar que su práctica mejora muchísimo la convivencia, y que, por tanto, es necesaria también en política.
Contra lo que muchos piensan, la honradez no se reduce a la ‘buena’ intención de quien toma decisiones, ni siquiera a la ‘buena’ opinión que pueda tener de sí mismo. Es también necesario que también lo vean de esa manera quienes se sientan afectados por las consecuencias de dichas decisiones. Muchas personas tienen su conciencia muy ‘tranquila’ después de mentir, robar o insultar, porque suelen ser capaces de descubrir que hay mentiras piadosas; también se las pueden ingeniar para aprender que ‘quien roba a un ladrón tiene 100 años de perdón’ (no son 1 000, pero no está nada mal); y hasta pueden llegar a descubrir que ‘no insulta quien quiere sino quien puede’. Son tan listos que siempre saben fabricarse argumentos de autojustificación. Después de las intervenciones de nuestros principales políticos en el Parlamento, con ocasión del debate sobre el estado de la Nación, ha quedado claro que saben y ‘pueden’ insultar, y hasta parece que han realizado un cursillo intensivo de ‘tonalidad’, como sustituto de la ausencia de criteriología, de ironía y de metáfora.
¿Qué significa ser político?
En principio, todos cuantos vivimos en sociedad somos políticos. La palabra latina ‘cívitas’ (o ‘ciutas’) corresponde a nuestra ciudad. Si se analiza, es fácil descubrir que se compone de dos elementos, el prefijo ‘co-’ y el término ‘vida’, que aparecen expresados en el vocablo convivencia (vida en común).
El término ‘político’ es traducción del griego ‘politikós’, y éste proviene de ‘pólis’ (ciudad), que guarda relación con ‘polýs’ (mucho), de donde deriva, por ejemplo, el español ‘polimorfo’ (multiforme). Por tanto, ciudad significa la coexistencia de mucha gente.
Cada habitante de una ciudad se considera ‘agente’ (‘polítes‘) de las condiciones de vida del conjunto, es decir, que toma parte en la marcha de la vida comunitaria. Pero no todos tenemos que ser idénticos ni hacer las mismas cosas. Tenemos que ser iguales (no carecer de lo necesario) y hacer lo que nos corresponde (según capacidad). Todos los ciudadanos tienen que hacer algo, lo que mejor saben o pueden aprender a hacer. Y todos tienen derecho a recibir lo que necesiten o merezcan. Pero ¿quiénes y cómo organizan todo esto?
Ya Platón respondió a esta pregunta, hace solamente 2 400 años. Tenía muy claro que sólo pueden gobernar los que ‘saben’ hacerlo, es decir, quienes saben qué es la justicia, para que cada ciudadano haga lo que le corresponde y reciba lo que le pertenece. Según su carácter y capacidad, todos los ciudadanos deben ser educados para desempeñar el papel que mejor les venga y que más favorezca el funcionamiento armónico del conjunto, sintetizado en el bien común.
Si el único interés de los gobernantes es aprovecharse de los bienes del Estado en beneficio propio, pronto lo arruinarán, y será inevitable, a continuación, que también se enfrente entre sí, hasta la ruina propia. Sin buenos políticos todo sería un caos, porque una sociedad no puede sobrevivir sin sabios y prudentes gobernantes, sin valientes protectores del orden y sin productores técnicamente bien preparados y comedidos en el consumo.
Platón quiso aprovechar la oferta de su amigo Dion, cuñado de Dionisio I de Siracusa, para poner en práctica sus teorías. Pero pronto descubrió dicho rey que adoptar las teorías platónicas le favorecía poco, al tener que contar con todos los ciudadanos, y valorarlos como agentes sociales necesarios. Decidió entonces que fuera devuelto a Atenas.
Esperemos que el filósofo madrileño tenga algo más de ‘suerte’ que Platón y obtenga éxitos, en vez del fracaso logrado cuando su empeño por consensuar una ley de educación duradera, durante su época de ministro en el anterior gobierno socialista. Se cuenta que el PP no pudo soportar la idea de que fueran otros quienes recibieran los honores de una hazaña de tal magnitud, y entonces decidió llegar tarde a la firma del dicho acuerdo.
La cosa mejorará poco mientras la actividad política pueda seguir siendo una carrera (sin estudios ni titulación) de duración indefinida. Y dentro de ella, todos ansían gobernar, aun sabiendo que la herencia que heredan es desastrosa, porque sirve para justificar los subsiguientes fracasos. Por otra parte, sería curioso que decidieran limitar sus privilegios quienes tienen precisamente el poder de legislarlos, por pertenecer ya al Parlamento, y al considerar que están mejor dentro que fuera. Solamente Aznar se autolimitó, en un gesto de gallardía, quizás por influencia del modelo presidencial USA. Dicen que lo lamentó después. Lógico.
Juan Verde Asorey