Secreto
El concepto de secreto es, en cierto modo, paradójico. Porque una ocurrencia o un pensamiento individual no contados, no llegan a serlo, ya que el secreto exige separar algo del conocimiento de otros, pero no de todos. Guardar un determinado conocimiento para uno mismo, no sería condición suficiente para poder llamarlo secreto. Esto sería un simple embrión de mensaje. Algo sólo puede llegar a ser secreto cuando se convierte en mensaje contado, es decir, cuando llega a ser compartido al menos por dos personas. Por eso se equivoca quien dice que algo contado ya no es secreto.
De las raíz ‘s-w-e’ (pronombre de 3ª persona) surge el verbo latino ‘cedo’ (ceder, apartar). Y de la raíz ‘skribh-‘ (cortar, separar, distinguir) proviene el latino ‘cerno’ (cribar, separar, distinguir). El pasado de este verbo es ‘crevi’ y el participio ‘cretum’. Por tanto ‘se-cretum’ es haber separado algo para nosotros mismos, es decir, para no ser comunicado o compartido, más allá del grupo convenido. «¡Esto queda entre nosotros!». Dicha frase indica los límites del secreto, los cuales incluyen, a veces, la correspondiente amenaza (jurídica, moral o vengativa) para el que no cumpla lo pactado ‘yéndose de la lengua’. En cualquier caso, el secreto no se refiere al contenido del mensaje sino al conocimiento que de él tiene una ‘parte’ (sección) de cuantos pudieran estar interesados en participar de su conocimiento.
Por otra parte, el secreto no tiene límite de socios, ya que puede seguir siendo secreto aunque lo conozca un alto número de personas, con tal que se cumpla la condición de que no salga del grupo convenido.
Dicen los clásicos de la filosofía del lenguaje que nada existe si no es nombrado, y nada es nombrado si no es ‘oído’, es decir, que un mensaje sólo existe si se compone de emisor y receptor. De ahí la expresión ‘voz del que clama en el desierto’ (‘vox clamantis in deserto’. Ev. De Juan) para indicar que esa voz es perfectamente inútil, es ‘nada’, como mensaje. Por eso no puede llegar a ser secreto lo que no puede llegar a ser contado, es decir, dicho y oído por alguien distinto de quien lo dice. Y deja de ser secreto al ser contado a quien no pertenece al círculo encargado de guardarlo. O sea que un secreto sólo es tal cuando los conocedores del mensaje deciden, por convenio, delimitar su difusión.
Como el secreto consiste en restringir el conocimiento de cierta información entre un determinado grupo de personas, puede convertirse en fuente de controversia, cuando alguien incumple lo convenido, o cuando su contenido no debe ser guardado por problemas éticos o legales y, por tanto, de interés social o público. Si yo conozco que mi amigo cometió un delito y que ha sido condenado otro en vez de él ¿debo guardar el secreto o denunciarlo? Cuando un secreto es conocido, o al menos sospechado, por la sociedad, como trapicheos políticos, cuentas ‘opacas’, ‘sobres’, etc. entonces tanto los periodistas como los jueces empiezan a hacer preguntas a los encargados de guardarlo, es muy difícil que todos sean capaces de decir lo mismo, a pesar de los convenidos ensayos previos. ¿Y qué decir del secreto de confesión? ¿Puede un sacerdote callar ante la flagrante injusticia? Ya sé que puede. Pero ¿debe? La respuesta corresponde a un sencillo problema ético, aunque, de ordinario, se intenta ignorar.
No hay que confundir secreto con privacidad. Lo privado puede ser únicamente conocido por el sujeto del mismo, mientras no decida convertirlo en secreto, o sencillamente contarlo. Muchos famosos de hoy se quejan de que se haya acabado la intimidad. Pero el asunto no es nuevo. Probablemente nunca la hubo, si exceptuamos al solitario, al ermitaño, al idiota absoluto. Lo que ha cambiado es la facilidad en la difusión de los ‘chismes’, en la misma proporción y facilidad con que se difunde la fama en general. Antes era la conversación. Ahora es el facebook, la televisión, la radio, las revistas, etc. El interés originario sigue siendo el mismo (tendencia antropológica al chisme), adornado ahora con las propinas económicas. Antes, lo de la vecina sólo interesaba al vecindario, lo del cura interesaba a la parroquia entera y lo del rey a la nación. Pero hoy lo de la vecina puede llegar a interesar a toda la audiencia, y lo del cura quizás a varias audiencias. Pero lo de Ronaldo interesa a todas las audiencias. Pero esto no es un secreto.
Por Juan Verde Asorey
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