Saltar al contenido

Triste alegría

Esto me escribe mi alumna Lucía Zancada, de 2º de bachillerato. No recuerdo una reflexión más atinada de lo que debe ser la filosofía, y de lo que en gran medida dejará de pasar en las aulas cuando se aplique la ley Wert. ¡Qué alegre tristeza!

«Todo el conocimiento adquirido en el curso, el mundo ideal de Platón, la virtud de Aristóteles, las contradicciones que se vuelven repentinamente complementarias en la época medieval con los problemas de fe y razón, la constante contraposición del empirismo y el racionalismo que Kant consigue sintetizar, la política y la concepción del ser humano de los autores ilustrados, el carácter revolucionario, social, justo, crítico y materialista de Marx, que predice el mundo que derivará del sistema capitalista burgués…
Toda esta cantidad de conocimiento, de aprendizaje, estas teorías… deriva en otra cosa.


Creo que lo realmente significativo ha sido el hecho de contrastar ideas, de ver, Víctor, como te reencarnas en cada autor y nos confundes más de lo que lo hacemos por nosotros mismos, la cultura está bien, pero el ver que cada autor es capaz de defender desde un punto de vista absolutamente racional cada idea, sea cual sea esta, no sólo aporta un simple «Kant decía esto…» si no, «Kant decía esto, pero ¿Por qué?, ¿Cómo?, ¿En base a qué?…»
Y de ahí, ya no es Kant, si no tu profesor, tu madre o el ministro de educación.
Porque al fin y al cabo, todo aquello que considerábamos verdadero quizá no lo es, o quizá sí lo es, cada autor tiene una idea y el hecho de conocerlas (aunque sea mínimamente), y que sean tan diferentes entre ellas, me hace replanteármelas y bueno, no creer en ninguna.
Sinceramente opino que eso ha sido (al menos para mí) lo más importante en este año, bajo la máxima de «Cuestiónatelo todo, aprende algo, pero no esperes respuestas» he pasado por todos estos autores, aceptando que al fin y al cabo las respuestas sólo puedes dártelas tu mismo, como el ser obstinado que se debe ser y que se rige bajo su propio sentido.
¡Pero claro! ¿Hubiera sido acaso esto posible, sin tener a un profesor que se caracteriza por ser el peor dolor de cabeza que se puede tener? Lo dudo realmente, asique Víctor, habrá que agradecerte este año de confusión y estrés constante que de cierta forma ha cumplido con lo que tiene que cumplir la educación.
Un saludo y bueno, nos vemos con Nietzsche.»

Por Víctor Bermúdez